VII – Clarke Quay, Riverside Festival

Después de dejar la calle de las prostitutas, giramos en una de las esquinas de las calles principales a una secundaria y enseguida vi más cerca el templo hindú multicolor. El coche está un poco más a la derecha, dijo Jordi con su acento catalán. Chiara reía por la broma que había hecho Jordi de las prostitutas y de los hombres de negocio. También me pareció elocuente. Síntoma de la inteligencia de Jordi.

Cuaderno del Dragón, un viaje por Asia de José Luis de Caires

El coche estaba bien aparcado, pero nos descuidamos con la hora y nos pusieron una multa. Mucho tiempo aparcados, había pasado media hora más de lo que indicaba el ticket del parquímetro. Lo curioso es que la calle estaba completamente sola. No era una calle con mucho tráfico de personas ni de coches. ¿Cómo supieron que el coche tenía más tiempo aparcado de lo que indicaba el ticket? ¿Los guardias estarían escondidos en los portales al acecho de los coches con más tiempo del indicado? Jordi y Chiara dicen que hay muchos guardas, que constantemente están dando vueltas por la ciudad. Algunos paran en una esquina, revisan los coches de la calle y continúan su recorrido por otras buscando poner multas. Luego ya volverán a la calle inicial. A decir verdad, no he visto ni una sola patrulla en todos estos días. Sólo he visto en Orchard Road a una pareja de policías cerca de la estación de metro. ¿Quieres decir uniformados?, me corrigió Chiara, los policías no necesitan llevar uniformes. Pero eso en España lo llamarían la secreta, dije, no creo que fuera admisible por parte del pueblo. Jordi reía a carcajadas por mi puntualización. Por un momento sentí que estaba equivocado, que en España había muchos policías de incógnito vestidos de paisano. Dale tiempo al tiempo, dijo Jordi, es una necesidad por la cantidad de personas y el tipo de educación que estamos teniendo. Yo, que conozco la educación en España, recuerda que he sido docente en la universidad, te digo que estamos creando neuróticos que necesitarán mano dura. Las personas lo pedirán. Espero estar equivocado, pero creo que te acordarás de mis palabras en un futuro no muy lejano. El modelo norteamericano está dando la vuelta al mundo, será el modelo a seguir. Jordi era un hombre misterioso, sin duda alguna, y esperaba, y aún espero, que estuviera equivocado.

Aparcamos en un parking público. Caminamos por la orilla del río de agua salada y siguiendo con la vista el río se podía ver al final muchas luces de diferentes colores y mucha gente deambulando. Una vez nos acercamos al sitio de marcha, comprobé que la gente de los países desarrollados se divierte de la misma manera. Eran terrazas con sillas al aire libre con toldos y sombrillas repartidos por las explanadas de lujo de las aceras y de las orillas del río. No se diferenciaba mucho de los sitios de ocio de Tenerife, sólo que a lo grande, a lo bestia, a lo gigantesco. Se podía caminar en grupo perfectamente en el espacio que había entre las terrazas de la acera y los locales. No dejaba de comparar Tenerife con Singapur. Era imposible no hacerlo. Dos islas: una el doble de la otra y con el 12% de su población. Y aún así parece que no cabemos y en las ciudades falta verde y espacio. En Singapur han decidido vivir en una zona de la isla dejando el máximo de espacio verde. Viendo el mapa me atrevería a decir que usan un 30% de su territorio para urbanizar, por lo que han tenido que recurrir a usar el aire, quiero decir, construir rascacielos. Sé que al decir la maldita palabra que a nadie le gusta en Canarias “Rascacielo”, es como maldecir la memoria de la cultura. Considero que es vivir en tiempos remotos, vivir del orgullo, vivir pensando que el tiempo y las necesidades no pasan de una generación a otra. Sinceramente, ¿qué hace una isla pequeña como Tenerife, con poca población y encima acaban con el terreno construyendo chalets y chalets adosados? No lo entiendo. Ahora que llevamos unos años con el boom de la construcción (cada vez menos) y del enriquecimiento, acabando con los cultivos, de los árboles y del terreno virgen, cada vez que veo las montañas del sur de la isla construidas en su totalidad como si se trataran de nichos mortuorios, me pregunto si no era mejor construir hacia arriba y el espacio que se deja de construir dejarlos como jardines y parques públicos o como vegetación virgen. ¿Cómo es posible que en la cuarta parte de Tenerife puedan vivir cuatro millones de personas y todo sea amplio, grande y encima tengan tanto espacio verde? Lo estamos haciendo muy mal. El concepto que tenemos en nuestra cabeza está caduco. Más de una vez, no es por presumir, le he recomendado a políticos canarios que conozco, que vinieran en visita oficial a Singapur para descubrir los secretos y aprender el nuevo concepto de ciudad. Claro, supongo que habrán pensado igual que ustedes, compañeros de instituto, que están leyendo esto. A Lilia seguro que le parecerá un disparate. Ya de hecho te lo pareció cuando te dije que me venía a Asia. Esto hay que conocerlo y ser crítico con nosotros mismo y no sólo ver lo bien que lo hacemos en nuestras tierras. Dejemos lo que sabemos hacer y centrémonos en lo que no sabemos. Es la única forma de corregir los errores y adecuarnos a los nuevos tiempos.

Estuvimos caminando y deambulando por entre las mesas de las terrazas hasta que decidimos sentarnos en un bar muy conocido y de moda: Night Date. Pedimos cerveza Tiger, la marca local, y Chiara pidió un cóctel. No supe el nombre porque era un cóctel chino con nombre impronunciable. El ambiente no se diferenciaba, a priori, de los otros bares. Pensé que era más un bar de primeras citas o así, por el nombre. En general se nota en esta zona un bienestar común, una sociedad igualitaria. Sé que no es todo el país así, de hecho había visto ancianos recogiendo latas vacías por Food Street para luego venderlas para su reciclaje. Por lo visto pagan bien el kilo de latas. Pero la juventud, y la no tan joven que vienen a estos bares, da la impresión de tener otro bienestar, que estoy casi seguro que es bastante generalizado, con sus excepciones, claro está. Jordi me confirma mis conclusiones. Me dice que basta con ir a los diferentes puntos de la ciudad para ver el bienestar común. También apoya las decisiones del gobierno y me dice que en occidente se dice mucho más y se exagera de lo que realmente es Singapur. Se exagera con sus normas y siempre hay fantasías con respecto a ello. Me puso el ejemplo de los chicles. Yo había escuchado que al que mascaba chicle lo azotaban. Evidentemente me parecía que era una mentira del tamaño de una casa. Me explicó que está prohibida su venta, pero no su consumo. Tampoco está prohibido que vayas al extranjero y te traigas unos paquetes. Calro que si traes muchos será considerado contrabando, porque pensarán que los vas a vender, me dijo Jordi, y eso, como te dije, está terminantemente prohibido. Supongo que estarás hablando de grandes cantidades, ¿no?. Claro, quizá que te traigas cien paquetes o así. Según su punto de vista, y por lo que he entendido, apoya y entiende la actuación del gobierno. Son muchos habitantes por metro cuadrado y hay que controlar a las masas de alguna manera. Yo soy un poco más crítico, pero entiendo las condiciones y soy testigo de lo que han conseguido, aunque no he valorado el coste porque no lo conozco y ni siquiera sé si lo ha tenido. Tampoco soy nadie para criticar otras culturas. Debo ser crítico con la mía para mejorar y ver qué puedo aprender de las otras. Sin embargo criticar una cultura está fuera de lugar y dar mi juicio de valor sin tener mucho conocimiento, también lo está.

Estuvimos hablando de muchos temas mientras tomábamos otra ronda de copas. Temas personales de la pareja italocatalana, una mezcla maravillosa por cierto, pero que no vienen mucho al caso. Tampoco nada destacable. Les hablé como era normal de lo que hacía, de mi trabajo, de las tiendas que teníamos fuera de España… En fin, esas cosas que ya más o menos saben y que no vienen al caso. Lo que sí es destacable de nuestra conversación, porque las calles de las prostitutas me lo recordó, es que les hablé de este cuaderno de viajes, de ustedes y de nuestro instituto. Realmente el mejor instituto de los que he conocido y con el mejor ambiente con el que me pude encontrar. Ya no sólo compañeros, sino también amigos. Recuerdo con mucho cariño a Pedro y a Reynaldo. ¿Que qué tiene que ver la prostitución con nuestro instituto? Es de risa cómo funciona nuestro cerebro, ¿verdad? El asunto es que tuvimos que hacer un trabajo para puericultura (por cierto, cómo me gustaba ese profesor que también nos daba biología, no me acuerdo de su nombre, ha sido el profesor que más a cambiado mi forma de pensar). El trabajo consistía en la prostitución. A nuestro grupo le correspondía describir en dónde trabajaban las prostitutas. El profesor quería hacernos tomar consciencia de lo que eran sus vidas y de que los propios hombres éramos los responsables de que hubiesen prostitutas. Estaba convencido (yo también lo estoy y lo estaba en aquella época, pero ya no sé si era inculcado por el profesor, porque lo aprendí en ese trabajo o porque yo mismo llegué a esa conclusión) de que si no hubiera demanda de sexo por dinero, las prostitutas no existirían. Y les conté que Pedro, Reynaldo y yo nos fuimos al centro de Caracas para ver las calles donde se paraban, los bares donde trabajaban y visitamos las puertas de los prostíbulos. Todo para un trabajo de instituto. Increíble cómo me voy acordando. Estábamos con el uniforme del Liceo y nos pusimos los suéteres para tapar las camisetas con el nombre. Estuvimos mirando las chicas por las calles, cómo caminaban de un lado al otro de la calle. Algunas se metían en la calzada para parar los coches, otras nos miraban y nos preguntaban que a dónde íbamos. Debo reconocer que el más “tirao pa’lante” era Reynaldo. Él les respondía y les decía a las chicas que estábamos de visita por la zona para hacer un trabajo del instituto. Todas reían y se gritaban unas a otras que éramos unos bebés en busca de “mamasitas”. Reynaldo se movía entre ellas con mucha soltura, parecía un experto. Pedro y yo no sabíamos qué les decía a las prostitutas, pero enseguida paraban las bromas y nos ignoraban. Cuando venía Reynaldo hacia nosotros le preguntábamos qué había pasado, que por qué callaron todas, y nos dijo: Les pregunté dónde estaban los burdeles y me lo dijeron. No entendíamos nada y reímos sabiendo que nos mentía, que no nos quería decir qué era lo que estaba pasando entre él y las chicas.

Reynaldo dio con la puerta del prostíbulo. Dos puertas de unos 30 centímetros cada una que se abrían fácilmente con unos dedos y un leve empujón. Nos detuvimos al lado de la puerta a observar el tipo de cliente que entraba, cuántos eran, qué aspecto tenían, si llevaban traje o no, observábamos hasta el más mínimo detalle para describirlo en el resumen del trabajo. Una chica se acercaba hacia nosotros con un cigarrillo en la mano. Llevaba una minifalda negra de lentejuelas con una blusa sin mangas, un gran escote color fucsia y unos zapatos negros de tacón de aguja. Tenía un peinado tipo “Afro” adornado con una cinta de lentejuelas del mismo color de la blusa. Daba pasos largos y por un momento parecía que se movía a cámara lenta. Reynaldo tomó la delantera y fue a su encuentro antes de que llegara a nosotros, lo que para mí fue un gran alivio. Estuvieron hablando unos minutos, o quizá menos. Pero a mí me pareció una eternidad. Cuando ya parecían finalizar la conversación, la chica lo besó en una mejilla y le señaló un sitio en el otro lado de la acera. Reynaldo nos hizo señas desde lejos para que cruzásemos la calle. Esquivando coches, sin paso de peatones pintado en la calzada y entre prostitutas y clientes, tres chavales de dieciséis años iban por el centro de la ciudad cruzando la calle al encuentro de prostitutas. Lo cuento y creo que todo era surrealista y un poco disparatado, pero es cierto.

Al cruzar corrimos para llegar hasta donde estaba Reynaldo, parado frente a una puerta de un bar y haciéndonos señas con el pulgar indicando que ahí pasaba algo. Cuando ya estábamos cerca nos dijo: Este es el bar donde trabajan, los clientes entran aquí, ellas los atienden y deben conseguir que beban mucho. De esas bebidas, las chicas se llevan una comisión la comisión. Aquí no hay habitaciones, si llegan a un acuerdo para irse juntos, deben irse a a un hotel o a otro sitio. Se conoce como un bar de ficheras. Pedro y yo nos quedamos de piedra. ¿Cómo sabes todo esto?, preguntamos casi en coro. Nos miramos y con nuestras risas le dimos a entender que sabía demasiado, que cómo era posible. Reynaldo comenzó a reír, nos miraba y levantaba los hombros. Nos parecía que había sido descubierto y pensábamos que nos iba a confesar algo importante, algo que tenía que ver con él y las prostitutas. Nos quedamos de piedra viendo cómo se reía cada vez más hasta que al final nos espetó entre risas: ¡Me lo dijo la chica de la cinta en la cabeza, pardillos!

Seguiré escribiendo un poco más sobre el “río salado” mañana, ya es un poco tarde. Mañana debo estar de pie a las 07:00, ya saben, para mi ritual mañanero de ducha, desayuno y demás menesteres. Y me toca largas caminatas porque es el último día de trabajo y tengo montones de visitas que hacer. Pero antes de irme a la cama les mando otro capítulo de este diario y voy a recibir las respuestas de ustedes de los capítulos anteriores.

Ya he recibido los correos electrónicos. Se acabó el Cuaderno, el diario de bitácoras o como lo quieran llamar. No pensé nunca que Lilia se tomara así que la nombrase. Tenía que hacerlo, gracias a ella estoy escribiendo esto. Recibí un correo electrónico en un tono desagradable diciendo que le parecía de mal gusto que ella estuviera en el diario. No quería aparecer en él. Todos somos compañeros y no estoy contando nada de nosotros que no supiéramos.

La reconciliación que había consiguiendo con la escritura, literalmente, se fue a la mierda. Esta especie de gran hermano que tengo yo con ustedes se terminó, lo dejo, ya no continúo más. Ni siquiera sé si les enviaré este estúpido capítulo. Nada de esto, este juego imbécil de escribir, estos correos y esta pérdida de tiempo sin dormir por las noches, tienen sentido.

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